Hoy iba a ser un buen día.

O, al menos, eso creía al levantarme con eso de que es mi cumpleaños y todo eso. Mentira. El mundo no se para porque alguien como yo sea un año más viejo. Los buenos momentos no vuelven por mucho que lo desees. Las epifanias no te llegan de golpe, indicando como tienes que cambiar tu vida para que todo deje de ser una puta mierda. En resumen, el mundo sigue girando indiferente a que sea un día teoricamente importante y yo recuerdo porque, durante muchos años, no celebré mi cumpleaños empezando, como no, a arrepentirme de hacerlo este año.
Se levanta el día soleado, cuando sería más adecuado que lo hiciese lloviendo, y descubres que salvo cuatro personas a quienes, durante toda la semana, has bombardeado para que te feliciten, amigos tuyos desde hace años lo olvidan. Llegas a un sitio y lo que te encuentras son broncas y problemas y, sí, tal vez te enciendas demasiado rápido. Sabe Dios que cuando estoy a la defensiva lo que necesito para saltar es mínimo.
Pero hoy no tenía que ser así. Hoy tenía que haber sido un día tranquilo y relajado, sin tener que preocuparme por nada pasadas mis clases. Mentira. Como todo en mi vida.

En un mundo perfecto, hoy sería un buen día. Desgraciadamente, mi mundo dista mucho de ser perfecto.