Lancelot.

Es curioso como, a lo largo de mi vida, distintas personas sin relación entre ellas eventualmente acabaron apodandome, cariñosamente, Lance. En ocasiones era porque, según decían, soy absurdamente leal (?). En otras ocasiones... bueno, ese rollo raro artúrico a veces se ha parecido demasiado a según que momentos de mi vida. Sin embargo, me parece que, cada vez que me han comparado con Lancelot, han perdido de vista que es uno de los personajes más trágicos de la literatura sajona.
Poneos en situación: enamorado de la mujer de su Señor, teniendo que cumplir su papel como primer caballero del rey, sabiendo que su amor es correspondido pero, al mismo tiempo, teniendo una situación en la cual Ginebra ama con la misma intensidad a su señor y a él, de manera que no puede decidirse por uno o por el otro. Aún peor, la traición a su señor sería penada con la muerte y, probablemente, los enemigos de su señor lo aprovecharían para tratar de derrocarle.
Lancelot es el ejemplo clásico de una persona dividida entre lo que sabe que es correcto, alejarse de la mujer de su señor y limitarse a cumplir con su deber, y lo que sabe que le hará feliz, que es pasar de todo y escapar con Ginebra de vuelta al reino de su padre. Dependiendo de que autor leais, de que versión del mito artúrico toméis, la decisión que toma es distinta. En algunas vive un breve romance con Ginebra antes de lanzarse en plan kamikaze en la batalla. En otros acaba teniendo un hijo, Galahad, que será quien redima los errores de su padre en la busqueda del grial. En algunos Arturo le descubre. En otros no. En algunos se limita a cumplir con su deber. En otros al final su felicidad personal triunfa.
Pero en todos, absolutamente, pierde, bien su palabra, bien su felicidad. Como decía, uno de los personajes más tristes de la literatura.