Tenía el estómago hecho una bola. Sentía como la sangre se agolpaba en sus oidos. El corazón le latía tan, tan fuerte que era muy probable que las personas con las que compartía ascensor lo oyesen. Conocía los síntomas.
Era miedo.
Tal vez la manera de llamarlo no fuese miedo, la palabra no indicaba toda la inmensidad del pánico que casi le impedía moverse, pensar, hablar. Sin embargo no podía perder el control, tenía que volver a encontrar su centro. Si dejas que huelan tu miedo, le había dicho su jefe, te comeran viva. De manera que no le quedaba otra que aparentar calma, respirar lentamente y dirigirse a su destino con paso tranquilo.
Que nadie notase que le sudaban las manos. Que nadie fuese capaz de oir el leve temblor de su voz al hablar. Que nadie se diese cuenta de que la mano con la que escribía era muy poco estable. Que, en ningún momento, pareciese que no sabía de lo que estaba hablando.
Con esas resoluciones, tan simples y a la vez tan complejas, abrió la puerta. Allí estaban. Contaba unas sesenta caras distintas observando con atención todos sus movimientos.
Subió a la tarima escuchando, como único sonido aparte de las respiraciones de la gente, el ruido de sus zapatos sobre el suelo.
Cogio una tiza. Se acercó a la pizarra. Escribió su nombre en ella, todavía en silencio. Tenía su atención. No habían olido su miedo. Al menos, todavía no. Se giro, poniendo su atención sobre el grupo que seguía observandola sin saber muy bien que hacer, como reaccionar.
Tan jovenes, pensó, ¿alguna vez fui yo tan joven?
Y entonces, por primera vez desde que salió de casa hecha un flan varias horas antes, habló:
- Hola a todos. Me llamo Andrea McKeena y voy a ser vuestra profesora de Calculo Diferencial.
*****
Por fin... el relato inspirado en el concepto "miedo". Lo tenía medio perfilado en la cabeza pero me he atrevido a escribirlo al ver este vídeo. Lo cierto es que una de esas personas que lo tienen fácil para alcanzar la inmortalidad es aquella que hace que sus conocimientos se transmitan, ya que siempre la recordaremos al utilizar lo que nos enseñó. Da igual que sean cosas tan, aparentemente, inútiles como Cálculo Diferencial, física teórica o la vida oculta de las moscas de la fruta. Si lo utilizamos, si hablamos de ello, recordaremos a esa persona.
Y debo reconocer que eso de plantarte delante de treinta, cuarenta, cincuenta personas a soltar un rollo que sabes que, probablemente, les de igual... requiere mucho valor.
viernes, octubre 10, 2008
Alcanzar la Inmortalidad
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6 comentarios:
Muy bueno! :)
Tanto el video (que resulta impresionante) como el relato ^^ Puedo imaginarme a Andy :P
¡Besos!
Qué identificada me siento! no por lo de enseñar, sino por lo de hablar en público, qué mal se pasa. Qué horror tanta responsabilidad, pena que algunos no sepan asumirla y la tomen como algo rutinario y que no lleva a nada.
Me haces sentir mal, yo debería escribir con las ideas que me dieron, pero se me fue la inspiración y está volviendo... poco a poco.
Yo aún recuerdo las primeras veces que me tocó hacer algo ante mucha gente... Buffff, lo pasé muy mal.
También recuerdo mis primeras charlas en el GUL, vino mucha gente yo estaba nerviso y tenía fiebre. Solté un ladrillaco de 4 horas que al final seguro lo pasaron ellos peor.
Al final te vas a costumbrando a la situación y vas a prendiendo como manejarla, pero las primeras veces es muy duro. De hecho, siendo profesor debe ser peor, porque cuando das una charla por ahí, la gente que va es porque quiere oirte o por lo menos oir lo que dices. En las clases no, muchos van porque no tienen más remedio (o así lo creen) o porque les obligan y eso es lo peor.
Estoy convencido que la sensación de cualquier profesor primerizo es como mínimo la que tan bien has descrito.
Sentir depende mucho de la situacion
Desear es inevitable, y exponencial
Desesperar es horrible, y suele ser proporcional a desear xD
Asombrarse siempre es interesante y divertido
Amar.. lo dejare para otro comentario ^^U
Y hacer algo que la humanidad recuerde, simplemente no se consigue todos los dias
Pero todos son posibles...
pobre andy! mira que dar clases ante una jauria de chavales... pero tiene razón, si no es firme se la van a comer, y no la respetarán nunca... y los nervios se pasan al principio, si te sabes lo que vas a decir, y te gusta, y crees en ello al final no resulta tan traumatico.
por cierto, los crios cada día son mas crios. XD
ah, y muy bueno el microrelato :D
Tu me has visto en una de essas primeras clases, y creo que no se me pasa. Supongo que mi anecdotario no difiere mucho del de cualquier otro que haya salido a la tarima, y espero haber conseguido ya que alguien me recuerde ;-)
Me ha encantado el relato.
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