lunes, enero 26, 2009

Piratería

Mientras hacía un descanso me he puesto a leer el períodico y he visto un artículo de Almudena Grandes, mujer que me encanta como columnista, que me ha resultado muy interesante. Más que nada porque define, efectivamente, que es la piratería. No es descargar contenidos de internet. Es vender contenidos cuyos derechos no posees. Además de hacer mención a otras cosas en ese artículo... no sé, sólo puedo decir que me ha gustado.

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jueves, enero 22, 2009

There she is...

A todos os sonara el flash aquel del gato y la conejita acosandolo... bueno, es una serie de cinco episodios que no tiene desperdicio ninguno. Podéis verlos AQUÍ (y los he metido en la lista de enlaces).

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viernes, enero 16, 2009

Servicio técnico presenta...

Esta es una prueba para ver si las sindicaciones funcionan como deben funcionar.

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jueves, enero 15, 2009

A long time ago...





La música sonaba en el interior del salón donde se celebraba el banquete de bodas mientras yo estaba en la terraza a solas con mi whisky. Realmente lo necesitaba esa noche, pese a que no suelo beber. Tal vez, con la suficiente cantidad de alcohol en mi cuerpo, dejase de doler. Lo más probable es que siguiese doliendo igual, sólo que al día siguiente me preocupase más la resaca que mi corazón herido. Pensándolo bien, eso era también un buen aliciente.
Seguía con mi whisky dándole vueltas a como me había dejado convencer para ir a ver como se casaba mi primer, y único, amor con alguien que no era yo cuando sentí que alguien se aproximaba. Dejando de admirar el paisaje para ver cual de los muchos desconocidos que también habían sido invitados a la boda era me sorprendí, y bastante, al comprobar que era alguien conocido. De hecho era el padre de la novia. El hombre me conocía desde que apenas levantaba dos palmos del suelo y me había visto pasar por todas las etapas posibles. Supongo que habría salido para escapar del calor y para comprobar que hacía aquí, a solas con un vaso de whisky que ni siquiera se podía decir que era del bueno.

- Buena fiesta, ¿verdad? Definitivamente tengo que acordarme de este sitio para otros banquetes como este.- Siempre me sorprendió la manera que tenía de iniciar las conversaciones. Ahora me diría lo majo que era su yerno y lo feliz que iban a ser. Justo lo que yo hubiese dado cualquier cosa por no tener que oír, ni ver ya puestos a pedir, pero que, como padre orgulloso, recalcaría.- De todas maneras... era más feliz contigo, ¿sabes? - En algún momento desde que acabo la frase hasta que conseguí volver a respirar sin ahogarme con el whisky mi cerebro acabó de procesar lo que había dicho. Que yo supiese, él nunca había sabido que su hija y yo habíamos estado saliendo, ¿verdad? - Pero es su decisión...
- ¿Qué? ¿Cómo sabía...?- No era una muestra extrema de elocuencia, desde luego. Lo achaco a los whiskies que había tomado antes del que casi consigue ahogarme.- Pero era lo que ella quería... y lo que creía que querían ustedes...
- ¿Qué te tengo dicho de seguir llamándome de usted después de todos estos años? Que alguna vez incluso tuve que cambiarte los pañales cuando tus padres te dejaban a nuestro cuidado... Y no se puede decir que la discreción sea uno de los puntos fuertes de mi hija. Además, la sonrisa con la que volvía cada vez que iba a "dar una vuelta contigo" en aquella época, y el hecho de que efectivamente iba contigo y no era una excusa para salir con otra persona, daba pistas.- A esas alturas él sonreía con los recuerdos y yo no sabía muy bien donde meterme. De hecho estaba rezando para que la tierra me tragase.- Siempre me pregunté que ocurrió para que, de la noche a la mañana, pareciese que habías desaparecido de su vida... Me sorprendió mucho el que aceptases venir a la boda, conociéndote como te conozco. Hasta que recordé que siempre quisiste verla feliz aunque eso te matase en ocasiones. Y respecto a lo que su madre y yo queríamos para nuestra hija... el problema esta en que siempre ha actuado sobre lo que piensa que queremos, sin preguntar que es lo que realmente queremos. Y sin darse cuenta de que, en lo que a su felicidad respecta, lo importante debería ser lo que ella quiera, no lo que nosotros o nadie desee.- En aquel momento creo que le miraba como si fuese la primera vez que le veía y él me sonreía triste, dándome un par de palmaditas torpes en la espalda.- De todas maneras... no te preocupes demasiado. Al final el tiempo pone todas las cosas en su sitio. O eso dicen. Y ahora será mejor que vuelva dentro... seguramente mi mujer se ande preguntando donde estoy. Pasate a saludarnos la próxima vez que estés por el barrio, ¿de acuerdo?

Se marchó de nuevo donde estaba la fiesta sin esperar que le contestase, dando por seguro como los dos sabíamos cuando todavía no había terminado de formular su petición que iría, y yo me quedé mirándole tratando de cerrar la boca y que mis ojos no se saliesen de sus órbitas. Definitivamente esa no era la conversación que esperaba tener con el padrino. Y, sobretodo, me llenaba de intriga la última frase... ¿Por qué parecía que había más en la invitación de boda que lo que parecía al principio una simple vuelta a trabar contacto? Bueno, tal vez el tiempo lo diría. De todas maneras no quería la esperanza de que, efectivamente, hubiese alguna posibilidad de algo. Después de todo era ella quien me había echado de su vida todos esos años atrás. Y quien se acaba de casar con alguien que, evidentemente, no era yo. Además lo que ocurrió entre ella y yo... fue hace mucho tiempo, demasiado.
Todo había cambiado.
Curiosamente, todo parecía igual.

Finis.

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martes, enero 13, 2009

Feed del sitio

Ya he metido el feed por feedburner, así que os recomiendo que los que tengais sindicado el blog cambieis la sindicación a esta otra


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jueves, enero 01, 2009

Daydreaming



Feliz año a todos... y este año lo empiezo con un microrrelato de los mios. Espero que os guste y, a los que estéis con resaca, un par de aspirinas y la próxima vez no abuséis tanto del alcohol.
El título del relato es Daydreaming. No muy navideño pero viene inspirado por haber estado escuchando la canción "El 28" del grupo La oreja de Van Gogh.

***

El frío invernal me estaba congelando. Era algo inevitable mientras caminaba a toda prisa desde la puerta del edificio hasta donde había aparcado mi coche aquella mañana. A pesar de las capas de ropa, y de la ropa térmica que llevaba debajo del traje, sentía como mis dedos temblaban mientras sacaba las llaves del bolsillo de la chaqueta. Odio el frío, siempre lo he odiado y siempre lo odiaré.
Al llegar a mi coche recordé otro de los motivos por los que odio el frío: el hielo. Las lunas estaban cubiertas de una fina capa de escarcha que, evidentemente, había que quitar antes de poder, siquiera, pensar en volver a mi casa. De manera que cogí la rasqueta de su sitio, el compartimento en la puerta del conductor, mientras encendía el motor y ponía la calefacción así como encendía las lunas térmicas. Cualquier posibilidad de que, una vez en el coche, su temperatura interior sea un par de grados más alta que la exterior es siempre bienvenida. Hecho esto procedí a la monótona tarea de rascar la escarcha de las lunas y ventanas del coche, así como de los retrovisores, mientras mi cerebro, como no, divagaba.
Es en invierno, con el frío, cuando siempre pienso en las oportunidades perdidas y, como no, esta vez no iba a ser menos. Da igual que haya conseguido un trabajo que me gusta en un sitio donde, a pesar de la temperatura, me parece un buen sitio para vivir. Inevitablemente en los momentos donde mi mente no está ocupada con ocho millones de cosas, divago y me lamento. Y, sobretodo, recuerdo.
Recuerdo las palabras que hubiese querido decir pero nunca me atreví y las que dije y, nada más salieron de mis labios, deseé retirar. Recuerdo los gestos que no tuve y que hubiesen marcado la diferencia de haberlos tenido. Recuerdo cuantas veces cogí el teléfono para llamar pero, sin embargo, nunca conseguía pulsar ese número que, a pesar de los años, sigue grabado a fuego en mi mente. Recuerdo como siempre me refugié en el trabajo, en el deber, en las obligaciones.
Sin embargo esta vez las cosas fueron levemente distintas. Sí, seguía haciendo frío y, como tantas veces antes, había empezado a divagar. Pero apenas acababa de empezar a hacerlo mientras estaba rascando la escarcha y mascullando entre dientes sobre el frío que tenía, cuando sentí una mano en mi brazo. Me giré, pensando que tal vez fuese alguno de mis compañeros para decirme algo, y vi los ojos que creía que no volvería a ver jamás. La sonrisa que creía que sólo vería en mis sueños. Una parte de mi mente se preguntaba como podía estar allí a pesar del tiempo y, sobretodo, la distancia. La otra, la más importante, se centró en las palabras que salían de su boca.

- Hace mucho frío... si quieres te invito a un café y así aprovechamos para hablar, ¿te apetece?

Así, sin más. Como si no hubiese pasado más que unos días en vez de todos esos años. Como si estuviésemos en la misma ciudad donde nos conocimos en vez de a cientos de kilómetros de distancia. No obstante, y en contra de lo que siempre solía hacer, esta vez no lo pensé dos veces. Tal vez fuese un sueño pero mientras existiese la más mínima posibilidad de que no fuese así pensaba aferrarme a esa esperanza con todas mis fuerzas. De manera que apagué el motor del coche y lo cerré con llave para, a continuación, girarme y contestar.

-Claro, ¿dónde tenías pensado ir?



Finis.

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