Estertores de un moribundo.

Cuando ví a Iñigo Montoya en septiembre se le veía mayor, tras tantas andanzas, pero todavía en forma y con armas nuevas y listas para el combate, por lo que no me preocupé.
Según pasaron los meses se le notaba algo más cansado, pero seguía dando guerra a pesar de algún que otro percance que dejo herida... como iba a esperarme que una de esas heridas iba a infectarse y que parte de los implicados en dicho combate en vez de tratar de cerrarla no sólo no iban a hacerlo, sino que iban a hurgar en ella y dejar que se llenase de pus y demás mierda.
Ahora, aparentemente, Iñigo se esta muriendo. A no ser que ocurra un milagro de aquí a muy poco tiempo, habrá muerto definitivamente y no habrá nada que podamos hacer ninguno para resucitarlo. Ni siquiera una pildora del milagroso Max podrá hacer su milagro (ya sabeis la diferencia entre muerto en su totalidad y muerto en su mayoria).
Y, aunque resucite, parte de su espíritu habrá muerto para siempre. Ya no mirará las cosas con tantas ganas y lanzandose pensando sólo en el corto plazo. No confiará en sus aliados, ni en sus armas de siempre, puesto que, en cualquier momento, sabe que le acabaran traicionando.
De momento, de todas formas, se oyen los estertores de un moribundo... tal vez aparezca un Weasley que haga lo que él hizó por el Pirata Roberts. Pero es cada vez más improbable.