honor.
1. m. Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo.
2. m. Gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas, la cual trasciende a las familias, personas y acciones mismas de quien se la granjea.
3. m. Honestidad y recato en las mujeres, y buena opinión que se granjean con estas virtudes.
4. m. Obsequio, aplauso o agasajo que se tributa a alguien.
5. m. Acto por el que alguien se siente enaltecido. Su visita fue un honor para mí.
6. m. dignidad (‖ cargo o empleo). U. m. en pl. Aspirar a los honores de la República, de la Magistratura.
7. m. pl. Concesión que se hace en favor de alguien para que use el título y preeminencias de un cargo o empleo como si realmente lo tuviera, aunque le falte el ejercicio y no goce gajes algunos. Al ministro se le rindieron honores de Jefe de Estado.
8. m. pl. Ceremonial con que se celebra a alguien por su cargo o dignidad.
9. f. ant. Heredad, patrimonio.
10. f. ant. Usufructo de las rentas de alguna villa o castillo realengos, concedido por el rey a un caballero.
Hace casi diez años, cuando todavía iba al colegio, en clase de literatura, mientras el profesor explicaba el Quijote, hizo un comentario que me llamó mucho la atención sobre lo anacrónico del concepto de honor. Lo recuerdo porque pensé algo del estilo de "ah, bien, soy un anacronismo andante por querer comportarme de forma honorable".
Hace un par de meses, cuando estaba informandome sobre las distintas universidades a las que tenía opción de solicitar para irme de ERASMUS, uno de los coordinadores de estudios hizo un comentario que me llamó mucho la atención sobre como, a veces, los principios (o el honor) deben dejarse de lado porque no son prácticos.
Me resulta sorprendente como la misma cultura que hace que la gente crezca con esas ideas y llegue a posiciones donde serán ellos quienes le inculquen principios a las nuevas generaciones luego se sorprenda de la poca fidelidad que demuestra ahora el ser humano (tanto en el mundo laboral como en el personal) o de que, a la más mínima, la gente te pegue la puñalada trapera. Pero, evidentemente, nadie ve la relación.
Entonces pienso en Miles Vorkosigan y en su padre. Pienso en el discurso sobre el honor y la reputación y recuerdo lo que es realmente importante. Y es que, por mucho que digan, el honor no es anacrónico. El honor no es obsoleto. El honor es algo por lo que vivir pero que la gente trata de olvidar y, entonces, no funciona. Y es que lo que la gente parece olvidar el corolario a la definición de honor y reputación: "protege tu honor con tu vida... y deja que tu reputación caiga donde sea".
Pese a todo, al final, acabas siempre con la sensación de que tu honor se fragmenta. Se parte aunque no lo pierdas, y te quedes con los pedazos. Y ¿Qué haces entonces con esos fragmentos? Algunos dirían que nada: al fin y al cabo el honor es algo obsoleto que no tiene uso en la sociedad moderna. Otros, sin embargo, admitiran que eso de que el honor se rompa es complicado. De hecho, incluso roto, mientras conserves todos los pedazos y no pierdas ninguno todo irá bien. Porque aquello que se rompe con el suficiente esfuerzo, y pegamento, puede reconstruirse. Pegarse. Y, si no, como diría Aral Vorkosigan, que le pregunten a la Condesa.
1 comentario:
A riesgo de ser simplista xD
¡Amén!
Besos!
Virc.
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