Es curioso como no apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Siempre pensé que estarías ahí, ayudandome. Poco a poco me fui distanciando, cosas de la vida. El trabajo, la familia, la pareja... parecía que nunca encontraba un momento para llamarte y tomar un café, salvo que necesitase algo, por supuesto. Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses...
En retrospectiva debería haberme dado cuenta de que algo pasaba cuando, de un día para otro, pasamos de vernos todos los días a vernos una o dos veces por semana. Y después ni eso. Claro que las cosas son mucho más faciles de ver en retrospéctiva. Debí... no sé. Haber hecho algo, desde luego, pero no sé el que. ¿Tratar de hablarlo? ¿Prestar más atención a los detalles? ¿Intentar sacarte que estaba ocurriendote (ocurriendonos)? ¿Todas las anteriores? Pero no lo noté. Supongo que mi mundo era demasiado importante como para darme cuenta de nada.
Así que, como iba diciendo, el tiempo fue pasando poco a poco. La gente entraba y salía de mi vida, como es natural, sin prestarles demasiada atención.
Y entonces ocurrió.
Necesitaba llamarte para preguntarte unas cosas. Una tontería, la verdad, pero que sabía que tu podías contestarme. Marqué tu número y, en vez de tu voz, me contestó una voz femenina "el número al que llama no existe". Bueno, podía ser que hubieses cambiado de telefóno movil. Esas cosas pasan. Llamé a tu casa y un perfecto desconocido me dijo "lo siento, no vive aquí". A esas alturas empecé a preocuparme de manera que busqué en mi agenda, esa que todavía conservo desde los tiempos del instituto, el número de casa de tus padres.
Por fin una voz conocida, la de tu madre.
Pregunté por tí... y en vez de un alegre "ah, sí, espera que tomo nota del recado" me respondió un silencio sepulcral y, después, un sollozo. Oí como el teléfono cambiaba de manos y tu padre me daba la noticia. Un accidente. Séis meses antes. Habían llamado a todos aquellos con los que sabían que seguías teniendo contacto. No les culpo por no incluirme en esa lista.
Colgué poco después sin saber que hacer, que decir.
Realmente no hay nada que pueda hacer o decir. Podría argumentar que no fue sólo mi culpa, después de todo dejar morir una relación, del tipo que sea, es cosa de dos. Pero mantenerla viva también. Sólo sé que dí por sentado que estarías siempre allí y ahora me arrepiento de no haber aprovechado mejor los momentos de conversación delante de un café o los largos paseos por la ciudad contandonos nuestras cosas.
Finis.
En retrospectiva debería haberme dado cuenta de que algo pasaba cuando, de un día para otro, pasamos de vernos todos los días a vernos una o dos veces por semana. Y después ni eso. Claro que las cosas son mucho más faciles de ver en retrospéctiva. Debí... no sé. Haber hecho algo, desde luego, pero no sé el que. ¿Tratar de hablarlo? ¿Prestar más atención a los detalles? ¿Intentar sacarte que estaba ocurriendote (ocurriendonos)? ¿Todas las anteriores? Pero no lo noté. Supongo que mi mundo era demasiado importante como para darme cuenta de nada.
Así que, como iba diciendo, el tiempo fue pasando poco a poco. La gente entraba y salía de mi vida, como es natural, sin prestarles demasiada atención.
Y entonces ocurrió.
Necesitaba llamarte para preguntarte unas cosas. Una tontería, la verdad, pero que sabía que tu podías contestarme. Marqué tu número y, en vez de tu voz, me contestó una voz femenina "el número al que llama no existe". Bueno, podía ser que hubieses cambiado de telefóno movil. Esas cosas pasan. Llamé a tu casa y un perfecto desconocido me dijo "lo siento, no vive aquí". A esas alturas empecé a preocuparme de manera que busqué en mi agenda, esa que todavía conservo desde los tiempos del instituto, el número de casa de tus padres.
Por fin una voz conocida, la de tu madre.
Pregunté por tí... y en vez de un alegre "ah, sí, espera que tomo nota del recado" me respondió un silencio sepulcral y, después, un sollozo. Oí como el teléfono cambiaba de manos y tu padre me daba la noticia. Un accidente. Séis meses antes. Habían llamado a todos aquellos con los que sabían que seguías teniendo contacto. No les culpo por no incluirme en esa lista.
Colgué poco después sin saber que hacer, que decir.
Realmente no hay nada que pueda hacer o decir. Podría argumentar que no fue sólo mi culpa, después de todo dejar morir una relación, del tipo que sea, es cosa de dos. Pero mantenerla viva también. Sólo sé que dí por sentado que estarías siempre allí y ahora me arrepiento de no haber aprovechado mejor los momentos de conversación delante de un café o los largos paseos por la ciudad contandonos nuestras cosas.
Finis.
3 comentarios:
Triste, muy triste.
Lo peor es que pasa tantas veces... y que cuando intentar ponerle solución suele ser demasiado tarde.
Normalmente no por una causa tan fuerte.. pero hay silencio que son abismos.
Piensa en cosas más felices, anda!
ufff que triste. pero a veces las cosas son así, un día te das cuenta de que tienes a alguien con quien ya no hablas... La culpa no es de una única persona nunca y echarse uno las culpas solo ayudará a hacer una cosa, hundirte en la miseria.
Pero sí es triste ver como pierdes a la gente a la que quieres, da igual que hayan pasado días, meses o años, es gente a la que quieres, y significan o han significado cosas. a veces eso te hace replantearte tu vida, lo mismo que a veces un mensaje de alguien del pasado tambien tiene ese mismo efecto.
Será por eso por lo que, casi siempre a destiempo, cuando me acuerdo de alguien con quien hace tiempo que no hablo o que no veo le llamo o le busco. La mayoria de las veces quedo como una idiota (tampoco es que me importe incluso cuando creo que lo estoy haciendo bien, o al menos mejor quedo como idiota :/) porque obviamente para el/ella estoy fuera de su vida, pero generalmente a mi me ayuda. Normalmente no te acuerdas de porque se enfrio o directamente fue por una bronca o algo parecido de la que ya ni te acuerdas ni nada... marcar el telefono no cuesta tanto, y despues del hola es cuestion de cerrar los ojos y visualizar.
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